Cuando hablamos de sistemas complejos, siempre nos viene a la mente el ejemplo del cerebro humano, que es considerado como uno de los órganos más complejos de la naturaleza.  Para hacernos una idea de su complejidad, consideremos que un cerebro adulto contiene del orden de 1011 neuronas; éstas neuronas se conectan sinápticamente con las próximas a ellas, estimándose que el espacio sináptico tiene un orden de magnitud de 1014 conexiones, número que constituye naturalmente una aproximación que nos da idea de la complejidad del cerebro de una persona cualquiera.

Si ahora pensamos en el sistema social que formamos todos los seres humanos habitantes del planeta Tierra, podríamos hacer el siguiente cálculo: partamos del número de habitantes que tiene el planeta Tierra, que tiene un orden de magnitud de 1010personas; si consideramos el número de Dunbar (150), que es el número medio de personas con las que una persona media se relaciona plenamente a lo largo de su vida, tendríamos que el espacio puro de relaciones sociales que articularia el sistema social global tendría un orden de magnitud de 1012relaciones, es decir, ¡sería cien veces más pequeño que el espacio sináptico de un cerebro cualquiera!.

¿Significa esto que el espacio de las relaciones sociales en nuestro planeta es menos complejo que un cerebro cualquiera?

En absoluto. Intuitivamente, sabemos que eso no es así, pero incluso si consideráramos un número de Dunbar de 1.000, desde la fría aproximación que suponen los números, nos seguiría apareciendo que  un cerebro cualquiera es más complejo que el sistema social constituido por toda la humanidad.

¿Dónde está el error de nuestro análisis?

Naturalmente, el error está en los modelos. Una persona cualquiera de nuestro sistema social (incluyendo su cerebro) es un nodo muchísimo más complejo que un neurona cualquiera de nuestro cerebro. Esto nos obliga a poner la atención sobre un concepto que ha sido, en mi opinión insuficientemente trabajado en las ciencias sociales, que es el concepto de relación social. Desde luego, si se nos pidiera hacer un catálogo de las relaciones sociales posibles en nuestro planeta para confrontar con otro catálogo de las relaciones sinápticas entre neuronas, posiblemente fracasaríamos en nuestro intento.

En efecto, si comparamos la complejidad de una conexión sináptica, con la complejidad de una relación social, veremos que la segunda es muy superior al menos,  por tres razones; 1) Los tipos de relaciones sociales son mucho más diversos que los tipos de conexiones sinápticas, cuestión que descubrimos empíricamente cuando tratamos de preparar el catálogo anteriormente mencionado. 2) Las relaciones sociales crean nuevos nodos que son agrupaciones de nodos, que a su vez crean nuevas relaciones (por ejemplo, una familia con sus miembros, una empresa con sus empleados y clientes, etc) 3) La persona (es decir, el propio nodo de nuestra red) es alterado por las propias relaciones sociales (por ejemplo, consideremos la influencia del lenguaje en el pensamiento, o de los factores culturales en la conducta o de factores de naturaleza política y/o económica)

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¿Cómo podríamos profundizar en el concepto de relaciones sociales?

El extraordinario desarrollo de la digitalización, ha traído un fenómeno de gran interés que se conoce como “Redes Sociales”. Las redes sociales son plataformas digitales donde se producen intercambios sociales de múltiples naturalezas….lo que inicialmente parecía que iba a ser una batalla para conseguir una plataforma universal que articulara las relaciones sociales en el espacio virtual, se ha mostrado como un fenómeno mucho más complejo donde han emergido múltiples plataformas que articulan modelos de relación de características muy variadas.

Así vemos como han triunfado plataformas sociales basadas en conceptos distintos como Facebook, Twiter, Tinder, Pinterest, Whatsapp, Telegram, Instagram, LinkedIn, Academia, etc. Podemos pensar las redes sociales de una manera digital, como una “Two-sided-Platform”, pero lo que me interesa es analizar las relaciones sociales que se manifiestan en estas redes, entender su naturaleza, para entender mejor el propio concepto de relación social en sentido amplio.

Si pensamos en una relación social cualquiera, vemos que el número de agentes que participan en la relación define de manera distintiva la naturaleza de las mismas. Para empezar, vamos a  simplificar nuestro estudio y reflexionaremos sobre relaciones sociales entre dos agentes elementales. Vamos a considerar que los agentes son personas físicas siempre. En el caso de una persona jurídica, la sustituiremos por el agente que ocupa la posición de la entidad frente al cliente. Si no hay ningún agente, consideraremos la relación de otra naturaleza, dejando su estudio para otro momento.

Tenemos pues un modelo simple con dos agentes, que son personas físicas, que se relacionan.

Ahora bien, ¿qué entendemos por relación?

El concepto de relación fue formulada por los griegos en la Antigüedad, y se identificó como una de las diez categorías que se pueden predicar de cualquier ente, ya sea éste material o abstracto, existente o inexistente. La relación es, para Aristóteles, una categoría accidental, que no forma parte de la esencia del ente en consideración. Recordemos que el sistema aristotélico está pensado con una perspectiva naturalista según el cual de todos los entes se puede predicar una categoría que es la substancia, que determina lo que el ente es porque no cambia, mientras que las accidentales (que para Aristóteles son nueve) se denominan así porque pueden cambiar; naturalmente, la relación es una categoría accidental al observarse que todo lo relativo al ente es susceptible  de cambiar con el tiempo.

En el sistema de categorías Kantiano, la relación se constituye como una de las cuatro “supercategorías” que describe en su Crítica de la Razón Pura; en efecto, al tercer conjunto de categorías que formula el de Könisberg la llama categorías de la relación, e incluyen tres categorías: la relación de inherencia y subsistencia, que es la que tienen los accidentes con la substancia (lo que subsiste) que la inhieren; la relación de causalidad y dependencia, que es la que tiene toda causa con su efecto y todo efecto con su causa y, por último,  la relación de comunidad, o relación recíproca, que es la que se produce entre el agente y el paciente: el médico cura al enfermo y el enfermo es curado por el médico recíprocamente.

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By Anonymous (/History/Carnegie/kant/portrait.html) [Public domain], via Wikimedia Commons

¿Cómo podemos encajar en estos sistemas de categorías las “relaciones sociales”?

Las relaciones sociales no encajan bien en la categoría de relación planteada por los filósofos griegos, pues este concepto siempre está definido desde los entes, considerando aquello que es relativo al ente considerado como tal; el sistema kantiano nos ofrece una mejor posibilidad de encaje: en efecto, las relaciones sociales parecen relaciones recíprocas. Pero si reflexionamos fenomenológicamente sobre las relaciones sociales, nos encontramos un panorama ciertamente mucho más complejo.

En primer lugar, me gustaría definir dos tipos ideales de relaciones sociales:

a) Las relaciones sociales que denominaremos libres; en estas relaciones, los “entes sociales” establecen su relación de manera completamente voluntaria (no entramos en la consideración de los factores que afectan a la voluntad, lo que sería objeto de otro análisis). Por ejemplo, la compra de una casa, o la celebración de una boda.

b) Las relaciones sociales determinadas por las reglas del sistema social al que pertenecen los ”entes sociales” que se relacionan. Un ejemplo puede ser la presentación de la declaración de la renta. Naturalmente, estos son tipos ideales, y podemos encontrar situaciones intermedias, como la elección del alcalde de la ciudad en que vivimos.

Me interesa fijarme en las relaciones del primer tipo, aquellas en las que nuestra voluntad tiene un papel más preponderante en ambos lados de la relación recíproca.  Si analizamos estas relaciones, podemos empezar a caracterizarla con un número complejo; los números complejos son vectores de dos dimensiones que se representan mediante  un par de números (x,y), la primera (x) se denomina parte real del número complejo y la segunda (y) se denomina parte imaginaria. Este número se puede representar en un espacio de dos dimensiones con coordenadas euclídeas. Estas dos dimensiones describirían una relación social voluntaria de la siguiente manera:

La primera, que representaremos mediante la dimensión real, la denominaremos intensidad transaccional de la relación, y describe cuanto pesa el componente transaccional en nuestra relación voluntaria. La transaccionalidad se basa en un intercambio voluntario, donde hay un calculo de utilidad en ambos agentes que justifica racionalmente la decisión voluntaria que posibilita la relación social.

La segunda, que representaremos mediante la dimensión imaginaria, la denominaremos grado de incondicionalidad de la relación; una relación totalmente incondicional, se representaría mediante un número imaginario puro. La incondicionalidad la definimos en función de si el agente social considera o no agentes alternativos para esa relación determinada.

Entonces, las relaciones transaccionales puras estarían representadas por un vector sin componente imaginaria, y por tanto, con un ángulo cero respecto al eje x del sistema de coordenadas de dos dimensiones que define el espacio complejo (x,y)

Las relaciones incondicionales, estaría representadas mediante un vector imaginario puro, y por tanto con un ángulo de 90º respecto al  eje x del sistema de coordenadas mencionado.

Aplicándolo a casos concretos, veremos que relaciones que pueden ser pensadas como puramente transaccionales, no son tales; por ejemplo, la relación con nuestro banco. En efecto, aunque hay una importante parte transaccional, hay cierta incondicionalidad en nuestra relación, que está motivada por factores que incluso desconocemos, por no haberlos pensado.

A sensu contrario, relaciones aparentemente incondicionales, como la relación matrimonial, tienen un componente transaccional que tampoco hemos pensado.

La componente transaccional es la que los economistas consideran como fundamental, y denominan decisiones racionales. Sin embargo,  prácticamente todas las relaciones tienen un componente de incondicionalidad, que está basada en nuestros sentimientos más profundos. Aunque los economistas lo llaman comportamiento irracional, sin embargo, es el comportamiento más genuino de los seres humanos, es prereflexivo y surge de manera natural, pero no es irracional, porque puede ser pensado.

Si pensamos un poco más, vemos fácilmente que el vector bidimensional que hemos descrito se podría sustituir por un vector tridimensional, si además de la incondicionalidad, y la transaccionalidad, añadiéramos un nuevo factor como la percepción estética……no es difícil seguir pensando e incrementando el número de variables del vector que representa la relación, por ejemplo, podemos considerar la variable  tiempo, el estado de ánimo de los agentes, etc.

¿Cuántas dimensiones serían necesarias para una perfecta determinación de las variables que determinan las relaciones humanas?

Mi intuición es que el número de variables es muy grande, tendiendo a infinito.

En definitiva, el vector de complejidad de cada relación social viene determinado por un número potencialmente ilimitado de variables, determinadas por la propia complejidad de cada agente que interviene en la relación…..No tenemos  base suficiente para calcular  el factor multiplicador que suponen estas variables, lo que abre un interesante campo de investigación futura para tratar de determinarlas, para lo cual considero esencial la información que se está recolectando en las redes sociales digitales.

Como conclusión, consideramos  que para comprender los sistemas sociales y su complejidad, se hace necesario definir con mayor precisión la categoría de relación social y que la información recolectada en redes sociales nos permitiría avanzar en la comprensión de las variables que determinan esta categoría.

Post escrito por José María Fuster Van Bendegem